Memorial Nacional canadiense de Vimy (Francia) con algunas fotos.

Muy cerca de Arrás, una ciudad de la región francesa de Nord – Pas de Calais, se encuentra el “Memorial Nacional canadiense de Vimy”, un monumento conmemorativo dedicado a los canadienses que dieron sus vidas en la Primera Guerra Mundial. A mi juicio es, sin lugar a dudas, el monumento de este tipo más espectacular de cuantos existen. El memorial se erigió en tributo de los 66.655 canadienses muertos en esa guerra y además, hace las veces de cenotafio de los 11.285 que carecen de tumba conocida y que fueron declarados como: “desaparecido, presumiblemente muerto en Francia”. El monumento, diseñado por Walter Seymour Allward, fue inaugurado en 1936 y a la ceremonia asistieron lel presidente francés León Blum y el rey de Inglaterra. Más tarde, el 2 de junio de 1940, Hitler, quien por lo visto, y según cuenta el historiador de la Universidad de Ottawa Serge Durflinger, admiraba el memorial canadiense al no mostrar éste ningún mensaje del triunfo aliado sobre Alemania, visitó, junto a diversos altos mandos nazis, el memorial de Vimy. El psicópata-dictador supo apreciar la sencilla elegancia que transmite el monumento, lo cual explica que permaneciese intacto, bueno, más bien se conservó "gracias" al estrecho control de las SS que evitaron que la soldadesca alemana lo arrasase después de la ocupación nazi de 1940.

El memorial de Vimy se sitúa en lo alto de la colina del mismo nombre, un montículo desnudo, salvo por la hierba que dejan crecer las ovejas, sin apenas pendiente en la vertiente meridional, pero más escarpado en la septentrional, lo que permite dominar desde allí una amplia área del país de Artois, región que en otra época era parte integrante de los Países Bajos. En el centro de la colina se levanta el monumento, custodiado por unas sobrecogedoras esculturas, entre las que destaca, por su melancólico misterio, la denominada "Luto de Canadá" (Canada Mourning) (ver las fotos más abajo) bajo la cual, y al pie del conjunto, se sitúa la tumba del soldado desconocido. Todo en sí es de una especial belleza que invita a la reflexión y al recuerdo: Vista panorámica del Vimy Memorial.


No en vano fue justo allí, en esa colina sobre la que se erigió el monumento, donde tuvo lugar un

verdadero infierno en abril de 1917. La llamada batalla de la cresta de Vimy (Vimy Ridge) (9-4-1917) pasó a la historia como una más de tantas batallas estériles que tuvieron lugar en la Primera Guerra Mundial, cuyo único fin era conquistar algún palmo de terreno considerado por algún estúpido alto mando “estratégico”. En aquella ocasión las tropas canadienses se enfrentaron a las alemanas y lograron desalojarlas de la colina. Para ello hizo falta que perdiesen la vida 3589 canadienses y más del doble de alemanes. Algo, sin embargo, insignificante, si tenemos en cuenta que a pocos kilómetros al sur de allí, en torno al río Somme, tuvo lugar en 1916 una absurda matanza en la que perecieron más de 1,2 millones de personas. Fue la llamada ofensiva del Somme finalizada la cual, franceses y británicos lograrían avanzar la línea del frente 8 Km.

Pero la particularidad de Vimy, hoy en día territorio oficial canadiense (cedido a este país a perpetuidad por el Estado francés) es que actualmente es uno de los poquísimos lugares que conserva intacto el paisaje de la guerra: bajo un bosque de coníferas, los cráteres de obuses salpican los campos minados que permanecen aislados por altas vallas electrificadas. El paisaje se completa por túneles y enormes trincheras excavadas en la tierra que todavía hoy permanecen. Vimy cuenta, además, con un estupendo centro de interpretación y un museo administrado por el Gobierno canadiense, ambos muy recomendables.

En los alrededores de Vimy se encuentran otros monumentos funerarios-honoríficos de la Primera Guerra Mundial: algunos son cráteres de obuses donde fallecieron soldados (izquierda); otros son cementerios, como la necrópolis francesa de la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto (derecha).

Todo ello nos da una idea aproximada de lo que debió ser aquella guerra, una de las más estúpidas de la historia de la humanidad, y cuyas consecuencias posteriores son de sobra conocidas: una generación borrada, crisis económica, conflictos, resentimientos nacionales que llevaron a una nueva guerra, mucho más cruel, y el nacimiento de las dos superpotencias del Siglo XX: la URSS y los EEUU.

De vuelta a Arrás, un poco más allá de Vimy y sólo delatado por un pequeño rótulo en la carretera, se abre ante nosotros un cementerio alemán de la misma época. Solos, ante una miríada de tumbas, descubrimos un detalle: aquí y allá, entre cruces clónicas de metal grisáceo, encontramos bastantes lápidas redondeadas que señalan las tumbas de de decenas de soldados judíos alemanes que dieron su vida por su “patria” y el “honor” del Káiser. De pronto, me vino a la cabeza un joven soldado llamado Adolf Hitler, condecorado 2 veces por sus méritos en dicha guerra, mientras en una guardia nocturna pasaba el rato junto a sus dos compañeros, un judío de Nürnberg y un homosexual de Berlin, que le daban conversación para que no se durmiese, siempre atentos para cubrirle la espalda, mientras transcurría otra fría madrugada en la trinchera alemana. Un sacrificio estéril el de aquellos judíos y homosexuales alemanes que no sería recompensado por su propia gente. Y es que en general, las personas humanas no somos más que seres de naturaleza estúpida, desgraciadamente carentes de memoria y de sentido social.

Para saber más:

Wikipedia.org. También podéis ver este vídeo en francés aquí: kewego.es