"Los niños adoptados por homosexuales son cobayas humanas"

Eso de más arriba es una de las perlas que el juez de familia, Ferrín Calamita, afirmó mientras duró su sistemático e injustificado boicot contra una pareja de lesbianas que intentaban regularizar la adopción de la hija natural de una de las cónyuges, por parte de la compañera de su madre biológica. Y esa, y otras tantas cosas más, lo han llevado a sentarse ante el Tribunal Superior de Justicia de Murcia, donde está siendo juzgado por un delito de prevaricación. No quiero acostumbrarme a comentar este tipo de noticias. Es algo estéril. El régimen franquista dejó a varios miles de estos sujetos apoltronados en su silla: obispos, jueces, funcionarios, etc. Sin embargo, quiero aprovechar para comentaros lo que es realmente sentirse una Cobaya humana.

Ser una cobaya humana es ir a nacer en el seno de una familia católica, heterosexual, en el ocaso de la dictadura. Nacer en un país donde al gay, mejor dicho al marica (como nos definen ustedes), se le persigue mediante leyes como la de Peligrosidad Social; donde lo gay no existe, y lo más próximo a ello es Paco Clavel y Bibi Andersen (el uno indescriptible, la otra transexual felizmente operada). Ser una cobaya humana es que te insulten en la escuela, te tengas que pegar, llores, sufras de ansiedad y te amarguen durante toda la infancia y tú no entiendas nada, porque no puedes entender algo que no existe, algo de lo que no se habla en tu entorno, algo que es abominable.

Ser una pobre cobaya es llegar a los 13 años reprimido, asexuado, sin que entiendas por qué no te gustan tus compañeras y sin que te pueda gustar un hombre porque ¿a qué hombre le puede gustar otro hombre? Eso es pecado, pero al fin y al cabo ¿qué importa el pecado mortal si la homosexualidad tampoco existe para un crío en la Barcelona del 88? Ser un desgraciado cobaya es tener que esperarse a los 15 para conocer una parte esencial de tu ser, tu sexualidad; descubrir quien eres de una manera soez, vulgar, solo, sin amigos, ni soporte familiar ninguno. ¿A quién acudir ante algo tan atroz? Ser un cobaya es pasar una depresión y tener que rehacerte tú mismo; obligarte a perder el miedo y tener que ir dando pequeños pasos para afianzarte y madurar. Ser un animal de laboratorio es tener que luchar en un campo donde la mayor parte de tus amigos heterosexuales, no tienen que hacerlo. Ser homosexual es ser dos veces más fuerte, Sr. Juez, para afrontar una sexualidad diferente a la de la norma, para ser gay en éste y en todos los países, para todo eso hay que tener coraje, hay que tener huevos, y muchos, para dar la cara y poder ser uno mismo. Eso es ser un conejo de indias.

Porque sí, Sr. Juez, porque la gente como usted que ha dominado la vida social, política y judicial de este país durante tantos y tantos años no ha hecho nada por las familias. Es más, han hecho lo posible por quebrantar las bases de una institución basada en el amor, la sinceridad y el afecto entre sus miembros. La familia para ustedes no es nada. Se escudan en la fachada cristiana, cargada de conceptos morales que ni siquiera comprenden y que pronunciados en sus bocas no son más que palabras vacías de contenido; pero han sido ustedes, y no otros, los que han arruinado la vida de cientos de miles de personas de este país, los que han destrozado a familias enteras, obligando a mujeres y hombres homosexuales a casarse para evitar males mayores; provocando con sus tesis amargura, frustración, noviazgos estériles, divorcios, depresiones, suicidios, esquizofrenia, locura; gente como ustedes tiene en su haber el haber conseguido que miles y miles de padres e hijos se separen y ahora no se hablen, rompiéndose familias, agobiadas por la carga de homofobia que instituciones como la Iglesia, la escuela o la suya propia, les ha vomitado encima durante décadas; la sagrada institución que dicen defender está resquebrajada y no por las nuevas familias, que la han revalorizado y dotado de un nuevo contenido ,más acorde con eso llamado amor incondicional, sino por el odio y la incomprensión que ustedes se han encargado de fomentar.

Porque, Sr. Juez, ser lesbiana o gay y haber nacido antes de los 80 en este país sí ha sido un experimento, pero para nosotros mismos; una lucha por entendernos, por saber quiénes somos y por conseguir unos derechos que eran y son nuestros y que nadie nos ha regalado. Y sí, Sr. Juez, no nos vamos a detener por gente como usted, llevamos muchos Calamitas en nuestras vidas, nada que no podamos masticar y digerir aunque su sabor sea igual de amargo que el pomelo.



3 Comentarios:

26 de noviembre de 2008, 18:16 Anónimo dijo...

PD. Los conejos de indias son guapísimos...

26 de noviembre de 2008, 21:16 Anónimo dijo...

Me ha encantado el toque pomelo... por lo demás también me ha encantado tu post.
Un beso.

27 de noviembre de 2008, 13:34 Anónimo dijo...

Como a todo católico, de pequeña me explicaron la historia de un niño que, por estos días, hace más de dos mil años, nació en un pesebre destinado a salvar el mundo. Este niño estuvo a punto de morir, como otros muchos lo hicieron, a manos de un "juez" llamado Herodes (rey de Judea). Pero tuvo suerte, y hasta que tuvo 33 años habló sobre la libertad, la bondad y la paz. Una de sus frases más célebres es: "Dejad que los niños se acerquen a mi". Ahora, 2008 años después, las cosas han cambiado, pero no a mejor, por desgracia: se siguen matando niños con total impunidad para los criminales, y los jueces no hacen nada para que no suceda; ahora, si dos mujeres quieren dar su cariño y estabilidad a un niño, ¡la ley debe actuar!, y si alguien quiere adoptar un niño, simplemente porque esa es su mejor opción, entonces, hay que hacerlo bajo unas estrictas normas, pasar miles de controles, exámenes psicológicos y, sobre todo, pagar mucho dinero.
Porque lo que prima es, por supuesto, el bienestar del niño. La ley lo protege y lo ampara. Y pregunto yo, ¿de quién?, ¿quienes somos nosotros para juzgar el amor de unos padres (sean de la condición sexual que sean)?
Lo único que importa es que todos los niños deben y necesitan tener una familia que los quiera, porque así, y sólo así, serán buenas personas. Algo que, hoy en día, escasea bastante.

No quiero enrollarme más, pero no quiero irme sin decir que una vez más, has conseguido involucrarme en tu artículo de manera que me siento parte de él. Tu narrativa es extraordinaria.